Educar con amor

Educar con amor

Lo que el hombre necesita, de manera principal y radical, es el amor no merecido, el amor gratuito (C.S. Lewis)

Me preguntabas la última conversación… «¿Qué actitud debería tener con mi hijo?» Te dije que estos chavales son de los que aprenden a base de errores y a base de caer en problemas a veces graves y que tardan en solucionarse. Te dije que te preparases para cuando algún día se pierda y sufra durante un tiempo sin que puedas remediarlo; pero también que estaba seguro de que volverá a vuestro lado y madurará por completo. Y esto lo sé porque se ve que le quereis de verdad. Estos chavales son como el hijo pródigo: rebeldes, caprichosos y temerarios, pero se saben amados.

Mi respuesta fue parcial, pues como siempre en las sesiones con los padres, tocamos muchos temas, dudas e inquietudes y se nos va la hora sin poder concluirlo todo. Sin embargo, siempre se me quedan las conversaciones en la cabeza e intento no dejar nada sin decir a quien sé que me quiere escuchar.

Por ello, para completar respuesta, diré que, la actitud correcta con cualquier hijo es paciencia, amor, misericordia y cariño. Y, si es así con todos, más aún lo es con estos adolescentes más complicados; aquellos que tienen más heridas y que por eso hieren y hacen daño. Por eso, la mejor actitud en estos casos es tener más paciencia, más amor, más misericordia y más cariño, si cabe.

  • Paciencia, para saber esperar y soportar las etapas más difíciles que puedan darse en su camino para madurar. Especialmente, como te dije, estos niños se pueden «perder» más que otros.
  • Amor, para no dejar de ver lo que las dificultades y las sombras tapan, aún teniendo paciencia, en medio de este desafío. Amor para ver a la persona oculta detrás de los problemas o de los malos actos, sin perder de vista el bien que son y, sobre todo, el bien que pueden llegar a ser aunque aún no se haya ni siquiera manifestado. Y empeñarse una y otra vez en sacar a la luz lo mejor de esa persona con nuevas ideas, intentos y enfoques.
  • Misericordia, amarle aún cuando no lo merezca, de hecho, especialmente cuando menos lo merezca. Porque lo que hace cambiar a las personas es el amor que no nos hemos ganado, el amor no merecido. Y si se aleja de quienes le quieren, esperar como el padre del hijo pródigo y acogerle de nuevo cuando vuelva. A todos nos ha tocado ser ese hijo en algún momento y hemos vuelto. Los hijos de un buen padre siempre vuelven.
  • Cariño, para empatizar con él, inspirarle a mejorar y ayudarle a sanar. Pues el cariño es expresar el amor y hacer sentir amado y, como decía Etty Hillesum, solo el amor sana.

En el fondo, las cuatro son lo mismo: amor. El primero es amor a través del tiempo, el segundo es amor genuino, el tercero es amor a pesar de los defectos y el cuarto es amor a través de los sentimientos y de la afectividad.

Eso si, educar con amor implica la virtud de la prudencia, que es saber qué hacer en cada momento. Y para ello, la clave está en formarse bien y asesorarse adecuadamente. Y también la virtud de la justicia, que implica muchas cosas, como educar en la responsabilidad de dar a cada uno lo que se merece en función de los méritos y de la responsabilidad demostrada. La justicia también es educar en el honor de tratar de hacernos merecedores de ese amor que ya gratuitamente se nos ha dado. Y de pedir —ya que no se puede exigir—, reciprocidad del amor que desde siempre le hemos dado. Por último, justicia implica exigir el respeto y unas normas mínimas de convivencia. Y, evidentemente, educar con amor implica las virtudes de la fortaleza, para seguir amando sin desfallecer, y de la templanza para mejorar cada día, y así educar con el ejemplo.

Sin embargo, lo que nunca podremos luchar es contra la libertad de las personas: solo uno mismo puede responsabilizarse verdaderamente de sus actos. Y ahí entra más que nunca la virtud de la paciencia para saber esperar y del amor de seguir intentándolo de infinitas formas ya que ningún padre desespera nunca de su hijo.

Educar en el amor no es más que amar a nuestro hijo y empeñarnos en eliminar toda duda en él sobre si es o no amado.

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