Yo he conocido muchos matrimonios felices pero ni uno solo compatible. Toda la mira del matrimonio es combatir durante el instante en que la incompatibilidad se hace indiscutible, y sobrevivirlo. (G.K. Chesterton).
La mayoría de los matrimonios se separan. Es un hecho. Rupturas de 2, 10, 15, 20, 30 años de matrimonio acontecen constantemente y lo vemos con total normalidad. Lo cual no debería ser normal, pues todo divorcio encierra la esencia de un fracaso; y un fracaso en lo más importante: nuestras relaciones personales; y en lo que suele ser nuestro proyecto más importante: nuestra familia.
Pocos se plantean el divorcio cuando se casan; y si se lo plantean, empiezan mal; no van a por todas.
Pues la mejor forma de empezar un matrimonio —y la única lógica en mi opinión— es la de poner toda la carne en el asador, la de darlo todo. Solo así podremos amar apasionadamente y se vive el matrimonio como una vocación. De lo contrario, estaríamos guardándonos algo: nunca será un amor sin reservas, una amor incondicional, ni eterno ni pleno. Y el ser humano para ser feliz necesita el amor pleno. Por eso concluiré afirmando que el único amor verdadero es para siempre.
Los problemas de pareja son una crisis, pero una crisis que siempre puede ser resuelta y superada, siempre y cuando se descubran las causas y se ponen los remedios adecuados para volver a entenderse y volver a ilusionarse el uno con el otro.
A continuación, relataré las principales causas de ruptura de una pareja y apuntaré sobre cuál es el principal remedio para la gran mayoría de problemas amorosos —como les llaman—.
Causas de una ruptura
Las principales causas de toda ruptura son una o varias de las siguientes:
- Inmadurez de uno o ambos (normalmente de ambos)
- Falta de cuidado personal propio o de ambos: la falta de cuidado personal nos vuelve negativos, inmaduros, tóxicos, fríos, egoístas, distantes y nos enferma
- Falta de cuidado de la relación: cariño, comunicación, empatía, tiempo juntos, intimidad, sexualidad sana, pedir perdón, etc.
- “El amor se acabó”: ya no sentimos lo mismo el uno por el otro
- Incompatibilidad de caracteres
- Falta de conocimiento mutuo e idealización: descubrir que el otro no es como creías que era, decepción
- Maltrato psicológico: culpas, chantaje afectivo, mal ambiente, violencia, comunicación retorcida, obsesión, posesividad, celos, etc.
- Patrones relacionales tóxicos procedentes del apego y la familia de origen: no haber aprendido a quererse, a querer, a respetar y a hacerse respetar, así como a diferenciar el amor verdadero del amor romántico y toxico
- Crisis personal de alguno de ellos: existencial, laboral, familiar, emocional, de salud…
- Existencia de algún acontecimiento vital traumático o muy estresante en alguno de ellos o en ambos, que ha dejado huella en él y necesita terapia para superarlo. Esto afecta, lógicamente a la relación.
- Infidelidad, mentiras, doble vida, etc.
La solución para todos los problemas de pareja es sencilla
De todas estas, la causa más importante es la inmadurez o el infantilismo de uno de ellos (o de ambos), dado que lleva implícitas y derivadas todas las demás causas de ruptura. Basta con la inmadurez de uno de los dos para complicar cualquier relación.
Para mirarlo desde otro punto de vista y convencernos aún más de esta realidad, reflexionemos sobre cómo es una persona madura y cómo reaccionaría ante cada una de las anteriores circunstancias. En síntesis, una persona madura…:
- Sabe y quiere cuidarse a sí misma para ser una persona cada vez más buena, atractiva y sincera
- Sabe y quiere cuidar una relación
- Por tanto nunca se acaba el amor hacia el otro
- Y las incompatibilidades no son una barrera: todo matrimonio es incompatible, pues no existe la media naranja. Es el amor y la convivencia lo que nos hace adaptarnos al otro.
- Conoció bien a la otra persona durante el noviazgo y también se dio a conocer
- Por tanto, no se casa con un maltratador sino con alguien que se cuida a sí mismo, cuidará la relación y nos amará bien para siempre, porque sabe reconocer el amor verdadero y responsable, diferenciándolo del enamoramiento pasajero.
- Y a pesar de casarse con una persona buena y de que nadie es perfecto, no deja que cualquier falta de respeto perdure ni se acreciente
- No se casa con una persona inmadura que no esté capacitada para asumir la responsabilidad del matrimonio. De hecho, su madurez le permitirá reconocer la madurez en los demás y encontrar a alguien adecuado distinguiéndole de los que no están capacitados
- Ha sanado la relación con sus padres y ha adquirido un criterio relacional sano y racional
- Cuando un acontecimiento de crisis le perturba, consigue gestionarlo sin agravar el asunto, hablar las cosas y buscar soluciones, y, sobre todo, no realiza cambios drásticos en su vida estando en caliente (como una ruptura) hasta no haberlo superado, sino que más bien, utiliza la crisis para afianzar la relación y salir juntos del paso reforzados
- Ante un acontecimiento traumático o estresante no abandona a la otra persona, ni le carga todo el problema al otro, sino que pide ayuda a profesionales y a más personas
- No llega fácilmente a ser infiel, no miente de normal y, desde luego, no se le pasa por la cabeza llevar una doble vida. Y, si comete infidelidad, se arrepiente rápido y trata de solucionarlo. Por otro lado, no da motivos a la pareja para que le sea infiel porque cuida la relación y consigue enamorarla, ganarse su admiración y su fidelidad a base de ser ejemplar y extraordinario. Más aún, si su pareja le es infiel (aún sin tener motivos y por pura soberbia suya), logra perdonarla porque sabe que nadie está inmune de ese error y sabe que merece la pena seguir juntos.
En conclusión, todos los problemas de pareja pueden resumirse en inmadurez de uno de ellos o de ambos, porque la madurez los resuelve todos cuando ambos son maduros. La solución a todos los problemas de pareja es la madurez personal. Que se cultiva a través del llamado Desarrollo Personal.
El ser humano puede desarrollar su personalidad y su capacidad de adaptación hasta límites extraordinarios y, por ello, las dificultades de pareja no son, ni por asomo, el mayor de los desafíos que una persona puede encontrarse en su vida; sobre todo, cuando ambos miembros son responsables, saben lo que quieren y no entienden el te quiero separado del para siempre (pues este es el único amor real).
La cosa se complica cuando uno de los dos, o ambos, se quieren pero son demasiado infantiles. Entonces, los problemas de pareja están garantizados y pueden de hecho ser los que más angustia nos causen de todos los que tenemos en nuestra vida.
La mejor terapia para la inmadurez —así como la mejor terapia de pareja— tiene nombre y es el Desarrollo Personal. El problema es que pocos acuden a un profesional para crecer como persona, sino solo cuando hay enfermedad mental y un problema tan grave que es visible a los ojos.
Así lo decía Chesterton en El amor o la fuerza del sino, uno de los mejores libros para comprender mejor el matrimonio y la familia: Es la falta de desarrollo interior humano, la pequeñez de los espíritus, la facilidad humana para el aburrimiento o la frivolidad, la misma asombrosa carencia de imaginación lo que lleva a muchos hombres y mujeres a desesperar de la familia o del matrimonio o, por lo menos, del matrimonio y de la familia tal como ellos lo experimentan; el matrimonio y la familia, ahora mismo y siempre, han resultado demasiado grandes para las medidas que son capaces de dar muchos seres humano. Dicho de otra manera: la falta de desarrollo personal hace que el matrimonio nos venga grande, por ello la solución es crecer personalmente.
Cuando uno de los dos no quiere
Puede ser, sin embargo, que uno de los dos diga que no quiera seguir con el otro. Puede ser que el amor ya no sea recíproco. En ese caso, sucede una de dos: que sea mentira o que sea verdad. Quizás la otra persona no sea lo suficientemente madura como para afrontar el problema, quizás las circunstancias le superen, quizás los sufrimientos, las crisis personales, las diferencias de caracteres o la falta de cuidado de la relación no le dejen ver con claridad nada en su vida y esto le suponga desear estar solo y rechazar todo lo que le recuerde su miseria y su fracaso —como es el caso del combate que debe librar para salvar su matrimonio —. En este caso, puede ser que si nos quiera, que si quiera salvar su matrimonio, pero no se vea con fuerzas ni para cuestionárselo.
En el fondo esta persona, cuando resuelva lo que tiene que resolver y madure ciertos aspectos, volverá. Recordemos ese sabio refrán: quien se fue sin ser echado, vendrá sin ser llamado. Mientras tanto, debemos respetar al 100% su decisión, dejarla, dar espacio y establecer unos límites lógicos sin medias tintas: o estamos juntos o no lo estamos.
¿Y qué hacer mientras tanto? ¿Qué hago mientras la otra persona sana sus problemas y madura? Sencillo: dar ejemplo y madurar nosotros.¿Quieres que la otra persona cambie? Cambia tú. ¿Quieres que la otra persona vaya a terapia? Ve tú, aunque no tengas ningún trauma, ve para desarrollo personal: hazte excepcional, hazte mejor, más valioso, más atractivo interiormente, más ejemplar, más deseable… cuidate. ¿Quieres enamorar a otra persona? Enamórate de ti mismo, invierte en ti mismo y recuerda que el ejemplo es la influencia más poderosa que podemos ejercer. Si la otra persona ve en ti un cambio, empezará a creer que ella también puede evolucionar. Y recuerda, en todo problema de pareja ambos tienen parte de culpa y de responsabilidad, y ambos tienen muchos errores, defectos y aspectos en los que cambiar y en los que madurar. No podemos ser tan hipócritas de pedirle al otro aquello que nosotros ni siquiera intentamos. Además, no hay nada que rente más que invertir en nuestro desarrollo personal y en nuestra felicidad.
Pero también puede ser que de verdad, y en el fondo de su corazón, no quiera volver con nosotros. Aquí nos encontramos con el único problema de pareja que no tiene solución: cuando nunca hubo pareja.
El único problema de pareja que no tiene solución
Todo problema de pareja tiene arreglo salvo uno. El único problema de pareja que no tiene arreglo es el de la falta de amor: cuando el amor nunca fue sincero, nunca fue un para siempre, sino que siempre estuvo condicionado al depende: depende de lo que pase, depende de cómo cambien las cosas, depende de lo que me rente… En ese caso el amor directamente nunca existió, todo fue un teatro. No eran pareja: solo dos personas que se trataban como a objetos y que se relacionaban mediante el negocio y el intercambio social; contrato que, cuando dejó de rentar, se rompió simplemente.
Tampoco en ellos existió nunca el matrimonio —es nulo, se dice—, y en ese caso la separación es la única decisión sensata, haya hijos de por medio, precariedad, problemas o cualquier situación extraña: un problema no se soluciona con otro problema. Es en estas relaciones de amor nulo (al menos en el sentido conyugal) es donde se dan los únicos divorcios irreparables.
Quizás solo quién no amó al otro en un amor no recíproco. En estos casos conviene pensar: si nunca me quiso ¿qué bien me ha aportado esta persona? También podemos pensar: si nunca me di cuenta de que no me quería ¿realmente conozco a esta persona? ¿es esta la persona a la que yo he amado tanto? E incluso debemos plantearnos otra pregunta que es más dolorosa: si nunca me quiso ¿qué bien le he aportado yo a esta persona? Duele pensarlo porque el amor que le hemos dedicado es tan grande, constante y durante tanto tiempo, que uno se siente destrozado de sentir que lo ha derrochado con alguien que no lo apreciaba ni lo recibía. Es como tirar perlas a los cerdos: no ha servido para nada.
Sin embargo, nada debe turbarnos, pues nada de lo que hayamos hecho cae en saco roto si sabemos utilizar nuestro sufrimiento para renacer, enriquecernos y dar ejemplo: todo mal puede servir para obtener un bien mayor, al igual que toda mierda puede servir luego de abono. Sirva cada pérdida y cada duelo como impulso para mejorar en nuestro Crecimiento Personal, madurar y enriquecer nuestra vida y la de otros. Y nunca dejemos de amar.
Incluso, quizás ese amor que tanto hemos derrochado en personas ingratas, y que creíamos malgastado, más tarde les sirva para cambiar cuando toquen fondo. Si una mala persona recuerda que fue amada a pesar de su desprecio y su ruindad en un momento de crisis existencial, podrá encontrar algo muy valioso: esperanza para cambiar y para recomenzar, y así tratar de dar honor a su vida. Todo es posible y nunca el amor cae en saco roto.
La apuesta por el matrimonio
Por último, cuando ambos se quieren y ambos persiguen la madurez y buscan crecer juntos desde un proyecto común para mejorar juntos, sucede entonces el milagro del matrimonio. Aquí nace una relación que se cuida y se quiere y que permitirá que superen juntos todas las dificultades de la vida. Nada los parará, porque el ser humano, desde la raíz de la familia, se vuelve extraordinariamente fuerte. Por eso el matrimonio es una inversión que, aunque requiere de apostar todo lo que se tiene, siempre renta.
No obstante, la inversión que nos pide el matrimonio, siempre fue la misma que nos pide la propia vida para ser felices: amar con pasión. Realmente, no perdemos nada. Nunca se nos pidió nada que no fuera madurar, crecer y amar. El matrimonio es, y siempre fue, un regalo para ayudarnos a amar. Desde esta perspectiva, los defectos del otro se convierten en oportunidades para ejercitar la paciencia y el perdón, y las virtudes en inspiraciones que nos motiven a mejorar.
En esto consiste el amor conyugal, en palabras del poeta Rilke, en que dos soledades se defiendan mutuamente, se delimiten y se rindan homenaje. Es decir, que dos personas libres, que luchan por ser excepcionales, compartan su vida, se cuiden y se apoyen mutuamente para crecer mejor juntas. Y el resultado, cuando todo está en orden, es extraordinario.
Por eso, un matrimonio maduro y bien encauzado es una luz impresionante para quienes les conocen. Tendrá peleas, tendrá dificultades, pasará por crisis, habrá tentaciones y pasará por todos los sufrimientos que forman parte de la vida, pero de todo saldrán reforzados, más felices, más dignificados y avanzará mejorando el mundo a su paso.
Juan Carlos Beato Díaz. Psicólogo y Orientador Personal
Para quien quiera leer un poco más sobre el cuidado de las relaciones, les recomiendo el siguiente artículo: Cuidando nuestras relaciones. https://centroipae.com/cuidando-nuestras-relaciones/
Soy graduado en Psicología con máster de coaching y Psicología Existencial. Estoy especializado en orientación de adolescentes y rendimiento académico, así como en ansiedad y etrés. En 2013 comencé a formarme en IPæ y en 2018 emprendí su sede en Lucena. Me encanta la escritura y la lectura para formarme. Considero que la terapia se resume en leer, escibir y conversar. Puedes reservar cita conmigo aquí.